Ecología de los Saberes para la Democracia Cognitiva, Participativa y Protagónica. La Interacción Socioeducativa como práctica para Civilizar la Ciencia y Cientifizar la Ciudadanía. Oswaldo Espinoza
Ecología de los
Saberes para la Democracia Cognitiva, Participativa y Protagónica.
La Interacción
Socioeducativa como práctica para Civilizar la Ciencia y Cientifizar la
Ciudadanía.
Oswaldo Espinoza
La
Democracia del Siglo XXI, exige una educación del siglo XXI con escuelas y
universidades del nuevo milenio, por esta razón en el marco del proceso Bolivariano
en Venezuela se ha impulsado la transformación de las relaciones entre las
instituciones educativas y la sociedad de la que forman parte, es así como
surgen las políticas vinculadas con la triada Escuela – familia – comunidad en
el proyecto educativo nacional de educación básica y media y el Proyecto
Socio-comunitario, socio-integrador o socieducativo en las universidades
nacionales nacidas en el marco del proceso político Revolucionario.
Para
la Universidad Bolivariana de Venezuela esta práctica se designa originalmente
como Interacción Socioeducativa, el cual en opinión del autor resulta el
termino adecuado en comparación con el que se asume ahora dentro de la institución:
Integración Socioeducativa; la razón es muy sencilla y es que si bien la
interacción con las comunidades debería procurarse armoniosa y buscar la
integración, la comunidad no es el único actor de la sociedad con las que la
institución educativa deberá interactuar en su transformación de torres de marfil
e islas académicas en sujetos plenos del proceso de desarrollo y construcción
del proyecto de país consagrado en la Constitución Nacional de la República
Bolivariana de Venezuela; de hecho con algunos de estos actores la interacción
puede ser de necesaria confrontación y denuncia, como por ejemplo con grandes
corporaciones que atenten contra la salud de la humanidad o la naturaleza
producto de sus prácticas industriales.
Más
allá del asunto de la designación de esta práctica socioeducativa, la misma se
ha convertido en una forma ciertamente revolucionaria de estrechar los vínculos
entre las instituciones educativas, sus estudiantes y docentes con la realidad
de sus comunidades de origen para la solución participativa de las
problemáticas locales, el aprovechamiento sustentable de sus potencialidades y
la producción de conocimiento pertinente y creíble, en tanto contextualizado en
la realidad y legitimado por la participación ciudadana. No obstante, las
aseveraciones expresadas en estas últimas líneas sufren los embates de dos
formas de producción de no existencia de la razón metonímica, de acuerdo a la
definición de las Sociologías de las Ausencias realizada por el Boaventura de
Souza en el Milenio Huérfano, estás formas son la monocultura del saber y de las
clasificaciones sociales, de las cuales la sociedad venezolana, y especialmente
los actores académicos no pueden o no quieren desprenderse, reproduciendo
dichas lógicas consciente o inconscientemente.
De
esta forma, por una parte las escuelas y universidades siguen asumiéndose como
centros de saber y guardianes del conocimiento único y verdadero produciendo en
consecuencia la no existencia de las comunidades como ignorantes e inferiores; esto
se evidencia cuando o bien se asume a la comunidad como simple objeto de
estudio y fuente de información (riesgo academicista) y por lo tanto necesitada
de la iluminación científica, o bien como victimas incapaces (riesgo
asistencialista) necesitada de las soluciones que solo el estado y las
instituciones educativas pueden brindar. Ante estos riesgos la comunidad
termina no teniendo una participación real, por cuanto no es reconocida como un
actor cognoscente, completamente capaz de poseer y producir conocimiento valido y legitimo a partir de su vivencia, de
su experiencia y contacto permanente con su propia realidad; la consecuencia es
que se imposibilita un dialogo real de saberes perdiéndose la oportunidad de
enriquecimiento muto.
Si
bien los riesgos citados han provocado sus efectos negativos en la interacción
socioeducativa la experiencia en líneas generales ha permitido abrir los
canales de dialogo y comunicación, sobre todo para la atención de la realidad
comunitaria relacionada con sus problemas locales, sin embargo se hace necesario profundizar la interacción
para la producción de conocimientos en el espíritu de lo expresado por Vaz
Moniz (2005) de civilizar la ciencia y cientifizar la ciudadanía; para ello
resulta imprescindible en primer lugar el reconocimiento de las comunidades
como entidades cognoscentes, al tiempo que las instituciones educativas
reconozcan sus propias ignorancias e incluso pongan en duda algunas de sus
certezas heredadas del positivismo dominante; también es fundamental para las
instituciones educativas dejar de asumirse como actores separados e
independientes de la realidad y menos aún como centros de la sociedad, siendo
esto último un error del propio estado
nacional que afirma que la escuela es el centro del quehacer comunitario.
Otro
aspecto al que se le ha prestado relativamente poca atención tiene que ver con
la sustentación y construcción teórica del enfoque de la Interacción
Socieducativa, razón por la cual quien escribe ha dedicado hasta ahora dos
trabajos de investigación sobre el tema: La Interacción Socioeducativa, una
relectura de las relaciones Universidad – Comunidad (2008), y Aportes Teóricos
para los procesos de Interacción Socioeducativa Universidad – Comunidad (2013);
en este sentido los aportes del trabajo: Ciudadanía, Conocimiento, Ciencia y
Educación CTS, Rumbo a Nuevas Dimensiones Epistemológicas (Moniz, 2005),
resultarán de utilidad para el nuevo proyecto de trabajo de investigación: La
Interacción Socioeducativa como Ecología de los Saberes para la Universidad del
Siglo XXI.
Volviendo
sobre la Interacción Socioeducativa como práctica histórica del proceso
bolivariano, es pertinente preguntarnos ¿qué se hace y que es necesario
implementar a partir de las lecturas del trabajo de Moniz?; en primer lugar
esta experiencia ya vincula a todos los estudiantes de las universidades
experimentales y las nacidas en revolución con sus realidades locales a través
de Proyecto Socioeducativo a lo largo de todo su proceso formativo, un trabajo
que se realiza en, para y sobre todo con la comunidad (aunque esté aspecto se
ve afectado por los riesgos citados en párrafos anteriores); en este misma
dirección los trabajos de investigación de grado surgen de la experiencia de
proyecto, evitando de esta forma la fobia TMT (Todo menos tesis) y la perversa práctica
de las tesis por encargo; de esta forma se contribuye a la solución de
problemas reales comunitarios al tiempo que se promueve la investigación
directamente en el entorno social.
Lo
expuesto en el párrafo anterior sin lugar a dudas que constituye un logro en el
camino correcto, no obstante atendiendo los desafíos de civilizar la ciencia y
cientifzar la ciudadanía es necesario profundizar la participación ciudadana y
comunitaria, en la toma de decisiones sobre el proceso investigativo y evitar
caer en imposiciones incoherentes con el proyecto nacional, como por ejemplo
cuando se trató de establecer como orden vertical que todos los proyectos, del
Programa de Formación de Grado en Comunicación Social de la UBV, fueran sobre medios
de comunicación alternativos sin tomar en cuenta las diversas realidades con
las se pudieran encontrar los investigadores en nuestro amplio territorio y
nuestra multicultural sociedad. Participar en las decisiones de política
académica y de investigación va desde la definición participativa del diseño de
líneas de investigación hasta la decisión de cambiar el titulo o un objetivo en
el informe del trabajo final de grado; es decir, se trata de asumir a la comunidad como
Co-investigadora con todas sus implicaciones.
Por
otro lado resulta imprescindible reforzar el papel de la comunidad como
contralora de la acción política del estado y sus instituciones incluyendo a
las universidades con sus “expertos y especialistas”, no solo como una función
de vigilancia sino también como acompañamiento calificado, tanto desde el
conocer del entorno y su realidad, como desde sus conocimientos y saberes
científicos o ancestrales de los que los académicos podemos (y debemos)
aprender mucho.
Finalmente
es cierto que la participación ciudadana y comunitaria en los proyectos
técnicos e investigaciones científicas puede tener sus límites producto de toda
una tradición pública centrada históricamente en el asistencialismo y
paternalismo de estado que desestimula la participación en los procesos, e
incluso en una cultura consumista e individualista heredada del capitalismo y
la transculturación que no permiten a la ciudadanía identificar problemas
reales y graves, ocultos tras necesidades creadas convertidas en prioridad
producto de la colonialidad; en todo caso es allí donde debe intervenir el
proceso de cientifizar la ciudadanía, reconociendo y certificando sus
conocimientos y saberes, acompañándolos en los procesos de sistematización y
tecnificación sustentables de sus experiencias y conocimientos, a la par de
brindar las oportunidades para adquirir o crear juntos nuevos conocimientos en
el marco de una Ecología de los Saberes.
Referencias:
Castillo-Cubillos,
Mónica. El papel de la participación ciudadana en las políticas públicas,
bajo el actual escenario de la gobernanza: reflexiones teóricas. CS [online].
2017, n.23, pp.157-180. ISSN 2011-0324. Disponível em: http://dx.doi.org/10.18046/recs.i23.2281
Vaz Moniz
dos Santos, Maria Eduarda. Cidadania, conhecimento, ciência e educação CTS:
Rumo a "novas" dimensões epistemológicas. Revista
Iberoamericana de Ciencia, tecnología y sociedad, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires , v. 2, n. 6, p. 137-157, dic. 2005.
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